Los preparadores físicos de cualquier disciplina sueñan con la recogida de datos individuales en competición. Y todas las federaciones deportivas regulan la injerencia tecnológica en sus respectivas disciplinas, resisten el acoso digital y valoran qué gana y qué pierde ese deporte con cada concesión. En el caso del baloncesto, hasta ahora se tenían que conformar con el uso de pulsómetros en partidos no oficiales, un pequeño dulce con el que saciar su hambre de información y que sí pueden utilizar en competición los ciclistas y los futbolistas.
Esa prohibición fue la que hace tres temporadas agudizó tanto el deseo como el ingenio de Dani Moreno, preparador físico del FIATC Joventut. Le sumó la magia de la intuición y pidió autorización a la ACB para colocar acelerómetros en el empeine de las zapatillas de varios jugadores porque ansiaba nuevos datos que analizar y le permitieran exprimir su metodología de entrenamiento.

Este minúsculo sensor, que apenas pesa nueve gramos, tiene una batería de ocho horas y cualquiera puede comprar por unos 40 euros, estuvo en las zapatillas de tres jugadores durante 24 partidos. Y aunque esté diseñado para registrar aceleraciones, como su nombre indica, también ofrece otros datos muy valiosos para un preparador físico:
- Longitud, duración, frecuencia y cantidad de esfuerzos con aceleración.
- Magnitud de esas aceleraciones.
- Velocidad alcanzada
- Distancias recorridas parciales y totales.
Después de registrar veinticuatro partidos consiguió lo que quería: datos con los que individualizar aún más las cargas de trabajo y el tipo de estímulos que le convienen a cada jugador según el puesto que ocupe.
QUÉ HACER CON LA INFORMACIÓN
La abundancia tecnológica hace que obtener datos hoy día sea muy fácil; lo meritorio es interpretarlos y conseguir nuevos significados útiles para tu trabajo. En este caso, con la información que se obtiene del acelerómetro se pueden regular algunas de las variables del entrenamiento:
- La densidad del entrenamiento: gracias a la frecuencia y cantidad de esfuerzos registrados.
- La intensidad: por la magnitud de las aceleraciones.
- El volumen: a través de las longitudes y duraciones de los esfuerzos
CÓMO APLICARLO EN LA PRÁCTICA
Quizá al espectador no le parezca tan relevante la personalización del entrenamiento en un deporte colectivo; pero la visión cambia si sabemos cómo funciona nuestro sistema muscular. Un ejercicio de entrenamiento se llama en términos técnicos estímulo. Y cuando los músculos reciben un estímulo, las estructuras que intervienen en su funcionamiento (depósitos de combustible, enzimas, grosor de las fibras, etc.) se modificarán en esa dirección: prepararse para por si acaso les vuelven a requerir ese esfuerzo concreto, a esa intensidad concreta y con esa frecuencia.
Para muestra, un botón. Una acción de ataque muy típica para un jugador de perímetro (y esporádica para un jugador de interior) podría ser un sprint o cambio de ritmo de cinco metros que termina en salto. Si planteamos esta acción en forma de ejercicio de entrenamiento, como los datos del acelerómetro me habrán revelado cuántas acciones de este tipo suele hacer un jugador por partido, con qué frecuencia y cada cuánto tiempo…todos los jugadores harán el mismo ejercicio, pero de diferente manera según la posición que ocupe en el campo.
Y como es evidente, su utilidad se extiende a cualquier otro deporte. Aquí podéis ver una muestra de la interfaz del programa con el registro de un peloteo del tenista Fernando Verdasco.
¿Ya tenéis un acelerómetro o estáis pensando en comprároslo?
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